lunes, 1 de julio de 2024

EXPLORANDO LOS ECOS DEL PASADO SOBRE LOS ESCRITOS DEL OIDOR

 


Luis Gustavo Olano Alvarado, Jorge Elvis Calua herrera, Harold Gonzales Rojas. 

Los escritos del oidor es una obra de William Guillén Padilla, un autor peruano destacado en el ámbito de la minificción. Este libro forma parte de su extensa y prolífica carrera literaria, en la que ha publicado poesía, cuentos, novelas e investigaciones históricas. El estilo de Guillén Padilla se caracteriza por su concisión, su habilidad para crear imágenes vívidas y su exploración de temas variados que van desde lo cotidiano hasta lo fantástico y lo histórico. 

Sara 

Es mi hija, mi corazón andante, mi luz, montaña, que rompe en llanto sobre mis brazos cuando le digo que su papá falleció en la guerra. Padre, deme una penitencia para ser perdonada por semejante mentira. ¿Tienes algo más que decir en esta confesión, hija mía?  Sí, padre, realmente por lo que vine. Sara es hija suya. El confesor mira sin asombro a Patricia, quien presurosa se incorpora y atraviesa el templo para alcanzar la calle donde la espera Sara. Esto será un secreto más para sufrir, piensa el cura, buscando en su prodigiosa memoria los detalles de su primer cumpleaños en su nueva parroquia, los ocho botellones de vino añejo, la alegría de su corazón y la vez que incumplió sus votos de castidad. Inmediatamente imagina la carta que escribirá a su obispo, explicando el porqué de su renuncia. Patricia, por su parte, abraza a Sara, suspira y siente un gran alivio, el Día de los Inocentes ha tenido un buen comienzo.  

 (Guillén, 2010, p. 13) 

El microrrelato relata la confesión de patricia a un sacerdote, donde se entera de que su hija, sara, en realidad era hija del sacerdote, quien en una ocasión hizo sus votos de castidad. El sacerdote, como era de esperar, recuerda ese momento y baja. Con una sensación de alivio, patricia y sara se marchan, anticipando el comienzo del día de los inocentes. La conclusión irónica y el lenguaje poético de la historia sirven como telón de fondo adecuado para la exploración de la culpa, la redención y la complejidad moral. 

  

Fiesta infantil 

 

Todos los padres de familia hemos coincidido: chocolates de fresa, gelatina,  

dulces de limón y canchita blanca (“pop corn”, nos ha corregido la presidenta:  

Erlinda Chilón Tanta —Erly Smith, para sus amigas—, esposa del ingeniero  

minero George Smith de Romaña): lista de víveres necesarios para la fiesta  

escolar de nuestros hijos de apenas cinco años.  

Desde la puerta, nuestros pequeños nos han corregido:  

—Nada de aquello que hemos planificado; sino cerveza, cigarrillos y ron, o no  

asistimos a la fiesta.  

Será broma, dijimos, y realizamos todo según lo acordado. Pero nadie, ni un solo  

niño llegó a la fiesta.  (Guillén, 2010, p. 188) 

 Algo común y terrible entonces nos mortificó: el significativo gasto en vano realizado. Una presidenta de escuela organiza una fiesta infantil con dulces y palomitas, pero los niños piden cerveza, cigarrillos y ron. Los padres, creyendo que es una broma, siguen con los preparativos originales. Finalmente, los niños no asisten a la fiesta, destacando la ironía y la división generacional con un tono humorístico y crítico. 

 Secreto a voces  

Mi mujer dijo tener cien árboles de quesillo y pozos de miel. Mintió para traerme  

aquí. Y vine, sin más fortuna que una botella de vino añejo. Luego fue el asesinato  

de John F. Kennedy y la muerte de John Lennon. Allí empezó este oficio de beber  

de sol a sol, y de luna a luna también.  

Ronald limpió sus gafas, sacó la botella de su inseparable maletín rojo, me parece  

verlo, la copita del bolsillo derecho de su clásico saco plomo, y se sirvió un ron  

más fuerte que alcohol de farmacia.  

¡Salud por todas!  exclamó. Nadie le contestó.  

¡Mi mujer es tan buena como la bruja infame y malvada de su madre; pero que no  

lo sepa nadie! Lo dijo tan fuerte que él, sordo y ciego después de la guerra, no lo  

oyó. Tampoco yo, su suegra, por eso estoy aquí, en su inesperado y repentino  

velorio que con mucho gusto planifiqué.   (Guillén, 2010, p. 199) 

 

 

Ronald cuenta cómo su esposa lo engañó con falsas promesas de prosperidad, llevándolo a la soledad y al alcoholismo. Desilusionado por los trágicos eventos del mundo y la traición de su esposa, pasa sus días bebiendo. En un soliloquio, critica a su esposa y a su suegra, sin darse cuenta de su propia voz debido a su sordera y ceguera por la guerra. La historia concluye en su velorio, organizado con satisfacción por su suegra, revelando la ironía y el resentimiento en la vida y muerte de Ronald. El cuento explora la desilusión, la soledad y el humor negro, con un final mordaz. 

En conclusión, la obra de microcuentos "Los Escritos del Oidor", destaca por su ingenio narrativo y capacidad de provocar pensamientos y por su habilidad para capturar a tientas la naturaleza humana en pequeñas formas literarias. Es una serie que invita al lector a profundizar y abordar lo inesperado en un formato conciso pero intenso, demostrando así el efecto profundo que pueden tener los microcuentos sobre la literatura contemporánea. 

 

REFERENCIAS 

 

Guillén, W. (2010). Los Escritos del Oidor. Microcuentos - LIBROS PERUANOS. (s/f). Librosperuanos.com. Recuperado el 30 de junio de 2024, de https://www.librosperuanos.com/libros/detalle/10530/Los-Escritos-del-Oidor.-Microcuentos 

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