Por Mirians García Becerra, Manuel Huangal Cruz y Félix Cachi Alfaro
Jean-Paul Sartre (1905–1988) figura destacada de la filosofía y la literatura, es considerado el padre del existencialismo contemporáneo, siendo unos de los dramaturgos del siglo XX. Por lo general, las distintas obras y ensayos de Sartre demuestran su dedicación a la filosofía, la política y la crítica cultural y social; además, de su anhelo por comprender y cambiar el mundo en el que vive. La obra A puerta cerrada, escrita en 1944, representa una poderosa representación metafórica de la condición humana y las complejas dinámicas inherentes a nuestras relaciones interpersonales; explorando la relación entre el yo o los otros, tal cómo define y limita la libertad individual. Los personajes de la obra se ven obligados a convivir y enfrentarse entre sí después de fallecer en un escenario claustrofóbico. Este encierro simbólico representa la inevitabilidad de nuestra existencia, así como la importancia de la perspectiva del otro en la construcción de nuestra identidad y la percepción de nuestra propia libertad.
GARCIN. —La estatua... (La acaricia.) ¡En fin! Este es el momento. La estatua está ahí; yo la contemplo y ahora comprendo perfectamente que estoy en el infierno. Ya pues digo que todo, todo estaba previsto. Habían previsto que en un momento..., este..., yo me colocaría junto a la chimenea y que pondría mi mano sobre la estatua, con todas esas miradas sobre mí... Todas esas miradas que me devoran... (Se vuelve bruscamente.) ¡Cómo! ¿Solo sois dos? Os creía muchas más. (Ríe.) Entonces esto es el infierno. Nunca lo hubiera creído... Ya os acordaréis: el azufre, la hoguera, las parrillas... Qué tontería todo eso... ¿Para qué las parrillas? El infierno son los demás (p, 54).
En este pasaje, Garcín se enfrenta a la realidad cruda de su propio infierno. A diferencia del tradicional lleno de llamas y azufre, su sufrimiento se basa en la constante presencia y juicio de los demás, quienes son representados por Inés y Estelle. Se ve atrapado en una red de miradas y expectativas que lo devoran, limitando su libertad y haciéndole sentir como un objeto de análisis. La frase los demás son el infierno, resume esta condición existencial de uno mismo. Además, la libertad individual se ve limitada por la perspectiva de otros, lo que provoca angustia y alienación. Sartre nos presenta la complejidad de la existencia humana, donde la búsqueda de la autenticidad se convierte en un obstáculo para la libertad y la perspectiva del otro.
ESTELLE. —(Con insolencia.) ¿En qué familia? INÉS. —En la de los asesinos, quiero decir. Estamos en el infierno, nenita, y nunca se producen errores; a la gente no se la condena por nada. ESTELLE. —Cállese. INÉS. —¡En el infierno! ¡Condenados! ¿Lo oyen? ¡Condenados! ESTELLE. —Cállese, por favor. ¿Quiere callarse de una vez? Le prohíbo que emplee palabras tan groseras. INÉS. —Está condenada la santita. Condenado el héroe irreprochable. Todos tuvimos nuestro momento de placer, ¿no es cierto? Hay gentes que han sufrido por nuestra causa hasta la muerte, y eso nos divertía mucho, ¿no? Pues ahora hay que pagarlo. GARCIN. —(Levanta la mano.) ¿Se va a callar o no? INÉS. —(Lo mira sin miedo, pero con inmensa sorpresa.) ¡Ah, ya sé! (Una pausa.) ¡Espere! Ya lo he comprendido. ¡Ya sé por qué nos han puesto juntos! ¡Ya lo sé! GARCIN. —Cuidado con lo que dirá. INÉS. —Van a ver cómo es una tontería, ¡una solemne tontería! No tenemos tortura física, ¿verdad? Y, sin embargo, estamos en el infierno. Y nadie tiene que venir. Nadie. Estaremos nosotros solos y juntos para siempre, ¿no? En resumen, aquí falta alguien: el verdugo (p, 23).
Sartre, a través de Inés, expone una visión cruda y pesimista de la existencia humana. Este personaje, con profunda incredulidad y cinismo, describe la situación como un infierno sin redención. Ella confronta a Estelle, cuestionando su inocencia y acusando a todos de causar dolor por placer propio. Su visión de la naturaleza humana es cruel y sarcástica, entiende que la falta de un verdugo los lleva a enfrentarse constantemente, y adopta una postura dudosa y resignada, aceptando su condición de condenados. Por otro lado, Inés expone la crueldad y el egoísmo en las relaciones humanas, critica la hipocresía y encarna la honestidad existencial necesaria para enfrentar la realidad. Su lenguaje duro y acusador rechaza cualquier tipo de evasión o ilusión, lo cual representa
"Soy lo que soy, y no puedo escapar de lo que soy" (p, 51).
Sartre resume en la frase la idea de que la libertad humana está influenciada por nuestra «facticidad», es decir, por cierto, pasado, circunstancias y factores que nos han determinado. En otras palabras, somos libres, pero no completamente. La libertad reside en la capacidad de tomar decisiones a partir de lo que «somos» y de cómo "hemos sido moldeados"; podemos elegir la manera de reaccionar ante las circunstancias, definirnos a nosotros mismos y construir nuestro futuro. Esto nos lleva a pensar en la paradoja de la libertad humana: aunque somos libres, también estamos limitados por nuestra condición de «situados».
En conclusión, la importancia recae en el pensamiento Sartreriano que explora la tortura psicológica de la convivencia forzada y la constante observación del otro a través de los personajes en la obra. La búsqueda de la libertad se transforma en una condena, ya que los personajes deben enfrentarse a la responsabilidad absoluta sobre sí mismos. El infierno de Sartre no es un lugar de castigo físico, sino un estado constante de auto confrontación y juicio social que refleja los desafíos inherentes de vivir con otros. La obra invita a reflexionar sobre nuestra naturaleza humana lo compleja, contradictoria y a asumir la responsabilidad de nuestras elecciones en un mundo que nos observa y juzga constantemente. Haciendo de A puerta cerrada una obra vigente y relevante en diferentes planteamientos de nuestra vida cotidiana
Referencias
Sartre, J. P. (1944). A Puerta Cerrada. Obtenido de https://www.aldeaglobal.net/filosofia6/primerbtx/apuertacerrada.pdf
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